Hola amigos, aquí estoy de nuevo después de mi reglamentario mes de vacaciones, del cual me quedan 6 días por disfrutar, mas siete “graciables moscosos” (si, llamados así, en honor de un antiguo y venerado ministro por los funcionarios). Por razones de procedimiento, en el cual por llevar cinco años en el mismo puesto de trabajo te quedas con el “culo al aire”; estoy en un proceso de espera mientras se decide mi futuro profesional.
Es curioso lo que sientes en esta situación, es algo ambíguo… no estas de vacaciones, ni tampoco estás jubilado… te sientes libre para realizar montón de cosas que siempre soñaste con hacer pero no tenías tiempo y ahora que puedes no haces nada.
En definitiva, optas por la prolongación del estatus vacacional, en el cual te levantas a las nueve y todavía sin echarte agua a los ojos, echas un vistazo al Boletín Oficial “por si las moscas”; acto seguido, comienza un deambular casero con cara de pocos amigos por el pasillo, cocina, etc. en busca de algo sólido para forrajear y satisfacer la llamada de los líquidos estomacales en una primera convocatoria.
Tranquila, relajadamente y poco a poco te vas vistiendo y notas como tu habitual sonrisa se vuelve a instalar en tu cara tímidamente.
Coincide la cosa en un final de octubre como no recuerdo ya; casi todos los días despertando con los primeros rayos de sol que se cuelan por los agujeritos de las persianas…ufffff… con la misma salgo dispuesto a completar la mañana con diversas actividades como, un cafelín “desca” con sacarina y 6 churros para compensar la carga energética; al tiempo que comparamos los titulares de varios periódicos para hacernos una idea de lo que pasa por el mundo.
Ya con el cuerpo “a tono”, es la hora de descubrir esa ciudad mañanera, prohibida para la mayoría de los trabajadores y que actualmente atravieso a mis anchas, sin prisas ni agobios… notas una actividad comercial desconocida; hay gente en la calle, es imposible aparcar, los atascos y las caras de cabreo de los conductores pitando inútilmente porque alguien ha decidido que es una hora muy buena para la recogida de cartones y vidrio. En definitiva, disfruto de todo eso y continúo mi paseo urbano hasta que llegamos rondando la una del mediodía y de remate y para recuperar energía, entro en algún bar próximo a la factoría naval donde siempre encuentras a alguien conocido que, o está de baja o le debía la empresa tiempo por tiempo; con lo cual te paras a degustar una ansiada cervecita con la correspondiente tapa, cosa no muy común aquí en este pueblo… (poco menos que tienes que besar un culo para que te la ofrezcan y por supuesto solo una).
Rematada la dura mañana, a casa y a comer… siesta recuperadora del esfuerzo realizado y a media tarde actividades logísticas de reposición de consumibles caseros en el super.
Vista así la cosa en principio no me disgusta mi situación laboral momentánea; pero si pienso que esto ya sería así para siempre, me entran ciertos temblores asimilables a las “cagaleras de la muerte”.
De momento creo que no estoy en condiciones de asumir el estado de “prejubileta” y en próximas fechas espero seguir en mi actividad habitual por unos años mas.
miércoles, 28 de octubre de 2009
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