martes, 13 de marzo de 2012

Reserva integral de Muniellos (Asturias)


Domingo, 11 de marzo, seis treinta de la mañana… el puto despertador me recuerda que hace cuatro meses, me apunté a una marcha de montaña por unos lugares que todavía la semana pasada localicé en el mapa… llegué incluso a pensar que era una marcha “virtual” sin moverme del sofá… iluso yo… la cosa fue real y muy real, de esas que dejan huella.

Primero autovía, después una buena carretera y ya después, como denominamos en Galicia… una “corredoira”; de esas que cabes tú y el que venga en sentido contrario que se joda y siempre piensas que es él, quien tiene que dar marcha atrás.

Los cuatro, íbamos con esa leve sonrisa típica del colegial en viaje fin de curso; sin borrar ese negro pensamiento propio de quien teme una faena propia de la naturaleza en forma de frio, agua, etc.

De camino hacia el punto de partida, me entró la sensación, al no ver signos de vida ni delante ni detrás del coche, de que cabía la posibilidad de habernos confundido de domingo; después de todo ese tiempo tampoco sería algo del otro jueves.

Por fin… la casa del Guarda… éramos los primeros, puntualidad inglesa… sobraos de tiempo. Al rato hizo acto de aparición el resto del grupo. La encargada de la “tienda” nos dio un “briefing” informativo sobre las dos opciones a elegir por los sacrificados excursionistas, en función de su preparación para afrontar las putadas de la madre naturaleza en su versión más salvaje.

Yo por supuesto, como no podía ser de otro modo y con el fin de no dejar mal a nadie, me apunté en la ruta corta (me habían hablado de 6 kilometros… chupao); lo dicho… siete señoras y yo en la corta y el resto,los más osados/curtidos en estas lides, a la ruta larga…. pero… los kojones!!! ya una vez embarcado en el tema, resulta que la corta es de 16 kilómetros y la larga de 20 y monte arriba!!.

Con lo cual, ya de perdidos …al rio!. Comenzamos a caminar con cierto optimismo, por una senda de madera con pasamanos rústicos y una cuerdecita que hacía de pasamanos; al rato la cuerda se cambia por pasamanos de madera y al rato más… desaparece todo para simplemente convertirse en un camino de tierra al lado de un río… como en cualquier rio. Seguimos avanzando y a los cuatro kilómetros..empezamos a observar una preciosas cascaditas del río, acompañadas por una suave inclinación del sendero… ruido de pajaritos, agua que discurre caprichosamente entre enormes piedras cubiertas de verdín… realmente se siente una agradable sensación de libertad y sobre todo una tranquilidad, que solo es capaz de proporcionarte el contacto directo con la naturaleza.

De repente y ya con más inclinación el sendero, empecé a ver unas “piedrecillas” sueltas a lo largo del camino, que te daban una sensación de que estabas a punto de introducirte en una naturaleza salvaje y no preparada por las manos del hombre.

He de reconocer que al observar el cauce del río y la frondosidad de la vegetación salvaje al tiempo que me impresionaba, producía en mi; el aumento de piedrecitas sueltas, los primeros tropezones. Avanzo un poco mas y lo que antes era un camino forestal, se convirtió en un montón de piedras sueltas en forma de camino, con lo cual se me presentó el dilema de contemplar las “cascaditas” del rio, o preservar mi integridad física para no darme una lexe.

Opté por lo segundo y a partir de ahí, el resto de las rampas de cabras me llevan a un puto poste con tres flechas indicativas (una de ellas a una laguna, objeto de la ascensión); comencé primero a maldecir las putas piedras de los cojones y después para dotarme de mas moral y fuerza interior; me vino a la mente Don Pelayo… que ese si que las tuvo que pasar jodidas con las mismas piedras, pero sin el goretex, ni el agua mineral, ni las barritas energéticas…. el tío fue un campeón y ahí está en el recuerdo.

Después de trece paradas “logísticas” (estaba ya hasta los guevos de las putas piedras), por fin llegamos al mencionado poste, como el de la Antártida, pero con solo tres flechas; tomamos la que decía media hora hasta la laguna… el complejo de cabra ya se estaba adueñando de mi espíritu, pero decidí avanzar hacia el objetivo marcado… “la laguna”.

Por fin llegamos al objetivo y oh sorpresa!, no era un “prao” como me habían contado para tumbarse a “forrajear” y descansar…. era un monumental peñasco lleeeeeno de putas piedras y bañado en su parte mas baja por una discreta “charca”, en la cual noté en falta unas ranas amenizando el vermout (era la hora del vermout).

Docenas de fotos para inmortalizar la coronación de la “ruta corta” y punto de reunión igualmente de los de la “ruta larga” que a la vista del panorama estaban mas muertos que nosotros.

Vista la “charca”; orden de partida y a desandar lo realizado hasta aquel momento… cuesta abajo, putas piedras sueltas por doquier y una única obsesión de la mayoría… volver a ver la casa del Guarda; señal inequívoca de que el infierno había tocado a su fin.

Dieciseis kilómetrossss Diossssssssssss!